Hemos vivido el comienzo del curso acompañados por el recién nombrado obispo auxiliar D. José Antonio Álvarez, cursillista muy querido por la comunidad, quien presidió la Eucaristía y cerró la Ultreya dándonos su bendición. Al finalizar la Eucaristía, nuestro consiliario diocesano, Pedro Pérez, le hizo entrega de una cruz pectoral en nombre de la Comunidad de Cursillos de Madrid que fue bendecida por el propio obispo.
La celebración coincidió con la fiesta litúrgica de la Exaltación de la Cruz, encendiendo nuestros corazones para la posterior proclamación del rollo con el lema del curso: “Al servicio de los demás”. Fue un momento precioso en el que se recordó a Cándido y Pepe, sacerdotes cursillistas que entregaron su vida al servicio de la comunidad y del Evangelio.
Dios nos llama por nuestro nombre, nos llama a recibir la vida y, una vez que tenemos ese fuego en nuestro corazón, respondemos a la vocación entregando esa misma vida que nos ha sido dada. Todo es don, todo nos ha sido regalado. Y con esos dones estamos llamados a vivir en plenitud, entregando nuestra vida a los demás en cada uno de nuestros ambientes y cualquiera que sea nuestra situación vital.
La proclamación del rollo y todos los testimonios enfatizaron que esta entrega a la que Dios nos convoca no puede darse en nuestra vida sin el Amor de Dios, sin su Gracia. Cursillistas, nos hemos encontrado con Dios y con su Gracia en nuestro cursillo, nuestro carisma es un compromiso para llevar a Jesucristo a los que no le conocen, a los más alejados, siendo apóstoles del primer anuncio para glorificar a Dios. En palabras de Sebastián Gayá: “Es hora de tomarnos en serio que los laicos son adultos en la Fe”.
Con este ardor apostólico que rebosa en nuestros corazones por acción del Espíritu Santo salgamos a evangelizar el mundo, a dar la vida por el anuncio del reino, meditando el capítulo cuarto de la primera carta de San Pedro y las claves que nos indicó nuestro obispo auxiliar: – “¡Orad!”, en el año de la oración declarado por el Papa Francisco, el servicio a los demás solo es posible su vivimos en comunión con Jesús, si escuchamos a Dios que nos habla; -“¡Amaos!”, tengamos entre nosotros un intenso amor sintiendo que somos una bendición los unos para los otros; -“¡Sed hospitalarios sin murmurar!”, acojamos a los demás, seamos hogar para ellos, una Betania donde puedan descansar, seamos signo de la compasión de Jesús para luego mostrarles el camino de la Vida.
DE COLORES
José Luis Carrero