Me llamo Sofía Moya e hice mi cursillo en febrero de 2025. Quiero compartiros lo que supuso para mí la convivencia de Adviento del 28 al 30 de noviembre de 2025.
Esta era la primera convivencia de Cursillos a la que asistía y fui con muchas ganas de conocer a más personas de la comunidad, que ya siento como familia, pero sobre todo de comprender mejor el Adviento y vivirlo cómo el Señor me llama a hacerlo.

Desde que conocí el Amor de Dios, no puedo permanecer indiferente ante su venida. Como decía el lema de este año: «Levántate y resplandece que llega tu luz» (Is 60,1), así me sentía yo, mi corazón me pedía buscar esa Luz que tanto necesito para vivir y recordar que Dios nos amó tanto que envió a su Único Hijo Jesucristo, para que se hiciera carne, habitara entre nosotros y nos salvará.
Durante la convivencia tuve la suerte de participar en el coro, y aunque a lo mejor no éramos los mejores cantantes, no nos faltaba la fe y desde dentro se vivió con una alegría, humor e ilusión que yo estoy segura que el Señor disfrutó y se rió al ver nuestros intentos. Por otro lado, los rollos nos recordaron nuestra verdadera identidad: ser hijos amados de Dios. La Luz que viene esta Navidad nos confirma que Dios nos ama simplemente por ser, no por nuestra perfección o méritos. La vida de Jesús nos enseña que sencillamente reconocernos como Hijos de Dios nos da valor, dignidad y autoridad.


Una noche cenando con el Padre Uge, nos explicó que este tiempo era importante vivirlo en silencio, en oración, en ver cómo estamos para recibir en nuestra casa al Señor y preguntarnos si hay lugar para Él. Si no lo hay, pedirle que nos ayude a retirar lo que nos impide dejarle entrar. Yo, este Adviento quiero dejar a Dios iluminar los rincones más oscuros de mi corazón, esperarle con esperanza y con el corazón encendido.
En conclusión, esta convivencia fue un tiempo precioso para hacer nuevas amistades en Cristo, fortalecer las que ya tenía y, sobre todo, para redirigir mi mirada hacia el Niño Jesús.
Sofía Moya


