Convivencia de fin de curso

Por Pablo del Corral:

Mi cursillo en marzo, sinónimo de un descubrimiento extremadamente bonito, y luego, entre muchas cosas, un gran amigo me ofrece ser el encargado de escribir estas palabras sobre la convivencia de final de curso. Aquel teólogo suizo tenía razón al afirmar que el amor mismo de Dios solo puede ser entendido como un milagro.

El endulzante, cada vez más consistente, ha sido el corazón de cada uno de los que estuvieron allí conmigo, por lo que doy infinitas gracias a nuestro Padre. Por esto, y por volvernos a abrazar una vez más a todos, por hacernos y dejarnos disfrutar como uno solo, como hermanos. Por una misa celebrada en medio de la Creación, por el padre Cándido, adorable donde los haya, por toda la generosidad en los alimentos y en cada uno de nosotros. Por los que ya conozco y quiero, y por los que todavía no conozco y también quiero.

A pesar de lo anterior, no puedo evitar pensar en las palabras “final de curso”, que nos dicen que la comunidad de cursillos se va de vacaciones. Algunos se verán más, otros menos, compartirán más, compartirán menos… pero no podré evitar echar de menos a todos los que no veré hasta septiembre y, sobre todo, el modo en que el Señor se hace presente entre nosotros. ¡No hay encuentro que Él no haga perfecto!

En definitiva, me encuentro completamente saciado por esta despedida e impaciente por ver qué ha pensado el Señor para nosotros el curso que viene. Tengamos fe.

¡De colores!

P.D.: Enhorabuena a los hermanos De La Cueva por el premio del campeonato de mus.

P.P.D.: Para el año que viene quizá sea necesario bañador.

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