Me llamo Elena Valle-Inclán, tengo 21 años e hice mi cursillo en febrero de 2023.
Antes de hacer el cursillo iba a pascuas de adolescentes y después a las de jovenes. Era la primera vez que iba a la Pascua Misionera y me daba un poco de respeto. Me gusta que esté todo organizado, las actividades pensadas y tener un tiempo de oración establecido que me asegura que voy a vivir una pascua intensa y que me va a servir.
La pascua misionera ha sido todo lo contrario. Pocas cosas estaban establecidas y visto desde fuera no hemos hecho gran cosa. Simplemente, estar con los del pueblo y entre nosotros.
Para mi ha sido un baño de humildad darme cuenta que no es tan importante lo que yo haga. Que no soy tan importante. Que Cristo es el importante. Se ha derramado su Gracia sobre mí cuando yo menos lo esperaba.
Siempre cuando se acerca la pascua pienso “voy a hacer esto y esto otro” y creo que así va a ser una pascua “perfecta”. Este año me he dado cuenta de que Dios también me mira y piensa “esta pascua voy a hacer esto y esto otro en la vida de Elena”.

Otra cosa que me inquietaba era que no conocía muy a fondo a las personas de la pascua misionera. Esto me ha dado la oportunidad de conocerles más. He tenido conversaciones que me han ayudado mucho a ver la acción de Dios en la vida de los demás y en la mía propia. Es verdad, que ha habido momentos en los que me sentía quizá más sola, menos cómoda y más insegura. Y ha sido en estos momentos de ver mi debilidad cuando el Señor me estaba esperando. Llevaba un tiempo tratando de ocultar mis inseguridades bajo la apariencia de llegar a todo y tenerlo todo. Y es que a menudo, pienso que cuando Dios se manifiesta más en mi vida es cuando soy capaz de desenvolverme con todo el mundo, de sentirme cómoda en cualquier lugar o de demostrar lo “buena” que soy.
Hubo varios momentos de verme insignificante, débil, necesitada e insegura. Destacaría la celebración de la Vigilia pascual. Me sentía ridícula y me daba una vergüenza terrible bailar o cantar. Era uno de esos momentos en los que no te sientes apoyada por ti misma. Y es ahí, cuando se acercó uno de los del equipo y simplemente me hizo sentir querida y valorada. Para mi desde luego, un ejemplo como seguidor de Jesús y una persona que me ha dado muchísima luz por su humildad y su caridad. Por fuera puede parecer una tontería, pero ese simple gesto de acogida me abrió mucho los ojos hacia lo poco que soy y la poca necesidad que hay de ser otra persona. Dios me recordaba una vez más que me ama.
Creo que si hubiera tenido una mayor capacidad para desenvolverme con los demás o de estar más segura de mi misma no habría podido ver la verdad. La verdad de que soy hija De Dios y nada más hace falta. La verdad que tenia un poco olvidada que me recuerda que soy débil y necesitada de los demás.
Me he podido ver desnuda, sin capas, ni máscaras, y no porque yo quisiera, si no porque se ha dado así. Dios quería que recordara que me ama así. Ahora no vale volver a la universidad y cubrirme de nuevo. No vale volver a mis ambientes, a mis relaciones y seguir tratando de demostrar lo “genial” que soy. Veo esto como una llamada muy clara a darme más a conocer de verdad, a confiar más en el amor de Dios y dejar ver todas esas cosas que me gustan menos de mi misma, y que poco a poco he ido tapando.
Por último, querría destacar una frase de una reflexión que Mar nos leyó: “¿Tan grande es el aborrecimiento que tienes contra el pecado? ¿En tanto tienes la salvación de los hombres?”

¿En tanto tienes mi vida Jesús? ¿Con tantas ganas quieres que confíe en ti?
Vi con claridad como Dios me pedía que me abandonara de una vez por todas. Que ya bastaba de desconfianzas que se llevan la paz, que me quitan la mirada de El y la ponen en mi. Que me fíe de sus planes para mi vida y deje de tratar de idear otros constantemente.
Podría hablar de esta pascua infinitamente, pero todo se resume en una palabra…¡Aleluya!
Elena Valle-Inclán
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